Palabras de PABLO FELIPE ROBLEDO DEL CASTILLO
Superintendente de Industria y Comercio
Esta es una noche especial, o como bien lo diría el ex presidente César Gaviria Trujillo, "esta es una noche de emoción y de contento", sobre todo para alguien que, en buena medida, considera que los homenajes y reconocimientos son un acto de inmensa generosidad de quienes los hacen y de desmerecimiento para quienes los reciben.
Ese es mi caso. No creo que alguien tenga el derecho ganado para recibir tanto, y mucho menos, que yo haya hecho lo suficiente como para merecer lo que hoy recibo de Ustedes: su presencia, sus abrazos, sus generosas palabras. Sin embargo, soy consciente de que los homenajes no se buscan, pero tampoco se rehúsan. Hay que agradecerlos, disfrutarlos y compartirlos con las personas que uno quiere, respeta y admira, y por eso estamos acá reunidos, en un acto de amigos, de paisanos y de gente que cree que si todos hacemos nuestro aporte en la sociedad, construiremos una región fuerte, un país vigoroso y esperanzador.
Todas estas condecoraciones, todas estas palabras de cariño y afecto, tienen un importante significado para mí. Tengo claro mi origen: que nací en Manizales, que me crie y que me formé en Pereira. Tengo claro que soy de esta tierra, del eje cafetero. Tengo, por decirlo de alguna manera, una honrosa doble nacionalidad.
El homenaje que generosamente Ustedes me hacen hoy, ratifica, más que nunca, mi carta de naturalización como pereirano, lo que sin duda es un honor pero por encima de todo constituye un gran compromiso.
Recibir un homenaje, tan importante, en la tierra de hombres y mujeres como Juan María, Valeriano, Francisco y Roberto Marulanda; Gonzalo Vallejo Restrepo; José Carlos y Guillermo Ángel Ramírez; Arturo y Eduardo Valencia Arboleda; Rafael Cuartas Gaviria; Alberto Mesa Abadía; Alfonso Jaramillo Gutiérrez; Hernán Ramírez Villegas; Bernardo Ángel Marulanda; Carlota Sánchez; Consuelo De La Cuesta; Gilma Gómez de Marulanda, Rita Arango Álvarez Del Pino e Inés Rendón, de quienes casi todos los presentes son sus orgullosos descendientes, lo cual incluye a mi suegro Hernando, a mi esposa Carolina, y a hijos mis hijos Martín y Pablo, es como ya lo dije, un gran honor, pero también un gran compromiso, una gran responsabilidad, todo un desafío. Es un compromiso con el futuro, un compromiso para seguir estando ahí, estar ahí para lo que esta ciudad y este departamento demanden de mí. Algo inolvidable en mi vida, un hecho que me invitará, día tras día, a no cometer el imperdonable error de la ingratitud, de ser ajeno a las necesidades, a los sueños de esta región, y un compromiso de no esquivar los retos que en cualquier momento deba asumir para cumplirle a los nuestros.
Hoy más que nunca entiendo el significado de sabias palabras, el sabio aforismo de Luciano García Gómez "en Pereira no hay forasteros, todos somos pereiranos".
La vida ha sido generosa conmigo: me dio padres maravillosos, una familia y unos hijos incondicionales; me dio muchos amigos que me han animado, que me han dado sabios consejos. Pero no puedo dejar pasar por alto, que gran parte de mi carácter y de mi proceder se lo debo al buen ejemplo de todos ellos, pero también de personas con las que he transitado buena parte de este camino, personas de quienes he aprendido mucho, personas que respeto, que admiro.
Estoy hablando de quienes en uno u otro escenario han sido mis jefes, jefes de lujo, personas íntegras. Me refiero a nuestro admirado y ya fallecido amigo, por demás coterráneo, Carlos Arturo Ángel Arango; a mis profesores y amigos Ramiro Bejarano y Jairo Parra Quijano (aquí presentes), al ex Ministro de Justicia Juan Carlos Esguerra, al Vicepresidente Germán Vargas Lleras, y al Presidente de la República, Juan Manuel Santos. Para ellos mi infinita gratitud.
Aprendí de mi padre, desde muy joven, el amor por este país. Él decía que un padre debe dejarle a sus hijos tres cosas: (i) las bases para ser un buen ciudadano; (ii) la inquietud de servirle a los demás desde lo público; y (iii) la educación suficiente para crecer. Colombia es un país maravilloso, pero lleno de dificultades y al mismo tiempo lleno de esperanza.
Invito a todos a que siembren en los suyos, lo que mi padre sembró en mí, que para Ustedes sea un honor que ellos se interesen por la cosa pública, con interés desinteresado, que animen a sus hijos y nietos a prestarle servicios a Colombia, a hacer parte de las causas, grandes o pequeñas. Colombia los necesita, el país demanda de todos los mayores sacrificios y los buenos oficios. El presidente Kennedy decía que "no hay que preguntarse qué es lo que puede hacer mi país por mí, sino que puedo hacer yo por mi país", pensando así, tendremos asegurado todos un mejor futuro, uno más igualitario, más justo. Cesar Gaviria Trujillo, Luis Carlos Villegas y Carlos Arturo Ángel son un buen ejemplo a seguir, nunca le han negado nada a esta tierra.
En un reciente discurso, el ex presidente Bill Clinton destacó como hoy es claro que “promover la igualdad de oportunidades y el empoderamiento económico de los menos favorecidos, no solo es moralmente correcto, sino también económicamente acertado. Es una buena política económica. Por qué? Porque la pobreza, la discriminación y la ignorancia restringen el crecimiento.”.
Es por eso que debo decir categóricamente que no hay crecimiento económico sin equidad. Hoy no importa que una sociedad, en el agregado, sea más rica, si esa sociedad no es más igualitaria.
En 1991, el Instituto para el Desarrollo de la Universidad de Harvard, en una época en que los académicos y centros de pensamiento estaban preocupados, casi exclusivamente por hacer crecer la torta económica, y no por distribuirla, publicó una frase que me llama mucho la atención: “Los tecnócratas pueden estar inclinados a ignorar aspectos sobre la distribución del ingreso, pero nadie más lo hará”. Casi veinticinco años después, pienso que la frase cayó desueta: los tecnócratas, los hacedores de políticas públicas, y los servidores públicos en general, debemos estar preocupados no solo porque haya una economía eficiente, más rica, y más respetuosa de los derechos de los consumidores. Hoy debemos estar preocupados porque la economía crezca, sí, pero también y sobre todo, porque sea más justa.
No se trata de hacer cosas, se trata de hacer cosas útiles, cosas que ayuden a transformar la sociedad, a transformar la gente y sus vidas. Los colombianos tenemos que asumir retos, dar grandes batallas. La razón, ya la dije, tenemos desafíos inaplazables. Superar la desigualdad es el gran reto de nuestra sociedad, eliminar las causas objetivas de la guerra, la pobreza extrema, el desempleo y la falta de oportunidades; esas son las grandes prioridades. Y eso lo tenemos que lograr con los mejores ciudadanos, con ciudadanos preparados, comprometidos y con ganas de servir. Churchill lo decía, y sigue vigente: "La falla de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes".
Una región tan cívica, como ésta; quizás la más cívica de Colombia, no puede darse el lujo de que sus ciudadanos sean indiferentes. Aquí, nuestros padres y abuelos lo hicieron todo, o casi todo, a punta de civismo. El aeropuerto, el Hospital San Jorge, la Villa Olímpica y el estadio de fútbol. Incluso, ese civismo nos tiene en donde nos encontramos hoy, en Expofuturo, proyecto que tiene más de 6.000 donantes, desde niños de colegio hasta grandes empresarios; y perdónenme, no es bueno y mucho menos sensato, que parte de esta sociedad, lleve varios lustros con marcado desinterés por lo público, por el servicio público. El gran compromiso de todos nosotros debe ser recuperar nuestra esencia, la entrega decidida hacia las causas sociales, la solidaridad, la lucha por los derechos de los menos favorecidos, salir adelante como ciudad, como región.
Hace un tiempo, leyendo un libro sobre la historia de esta región, llamado "Risaralda, la Grandeza de un Pueblo", encontré una sentencia, una afirmación. Allí se decía, refiriéndose a la creación del Departamento de Risaralda, que ello se debió a causas objetivas, no a “razones sentimentales ni idealistas” pues “Pereira y Risaralda, registraban en la mitad de la década de los sesenta un marcado futuro promisorio." Y obviamente, eso sigue siendo hoy, incluso, más cierto. Los pereiranos debemos tener claro, que en un radio de 200 km habita el 56% de la población colombiana (23 millones), se produce el 76% del producto interno bruto, que somos el punto esmeralda de Colombia y ello explica, que esta región, como ninguna otra, haya tenido en las últimas décadas el desarrollo y el crecimiento que ha tenido. Se imaginan Ustedes, si como sociedad decidiéramos todos, juntos, navegar hacia el mismo puerto, con arrojo, con decisión y con optimismo?
En reciente e importante discurso, oí por primera vez, un proverbio africano que dice que "si queremos llegar rápido debemos caminar solos, pero si queremos llegar lejos, debemos caminar juntos". Hacerlo juntos, y sin distingo de ideologías, nos permitirá construir el porvenir, el verdadero futuro. Hay que seguir construyendo un país en el que todos quepamos, un país en paz, un país incluyente, un país sin ciudadanos de segunda categoría, un país en donde el servicio público sea el mejor de los servicios, un país en el que todos construyamos a favor de todos, un país en donde la economía esté al servicio de los ciudadanos, un país mejor para nuestros hijos y nuestros nietos.
Termino por donde empecé, por los agradecimientos, para nada protocolarios; me salen del corazón.
Agradezco al señor Gobernador de Risaralda, Carlos Alberto Botero López; al señor Alcalde de Pereira, Enrique Antonio Vásquez; al Presidente del Comité Intergremial de Risaralda, Fernando Agudelo; al Presidente Ejecutivo de la Cámara de Comercio, Mauricio Vega Lemus y a todos y cada uno de Ustedes por haber asistido a este homenaje que se me hace, repito, inmerecido. Muchas gracias.